Joseponce1978

Desenmascarados

Carnavales 2018, la ciudad luce engalanada para vivir, un año más, la bacanal frenética. Todo el mundo preparado, los disfraces bien perfilados en el momento en que da comienzo el desfile:

El abogado disfrazado de hiena exhibe su risa macabra y la hiena que llora porque se ha quedado sin carroña.El párroco caracterizado de energúmeno, con sus plegarias invoca a lucifer, el niño que lo mira estupefacto. Al periodista le queda como un guante el traje de mercenario. ¡Buen trabajo, se te da muy bien lo de mentir por la causa, este año te mereces el micrófono de hojalata! Le dice su presidenta, orgullosa. El político disfrazado de juez y parte, con la toga arrastrando por el suelo y blandiendo el mazo acusador, se confunde con la muerte. El pobre vagabundo al verlo, sale despavorido, más por temor al juez que a la propia muerte. El analfabeto disfrazado de Cervantes da el pego. Se ha cortado la mano izquierda para dotar de realismo a su disfraz. Un autógrafo le pide el maestro inflexible al manco del espanto. La viuda a lo Hamlet alzando la urna que contiene las cenizas del difunto esposo. Ser o no ser, he aquí el cabrón. El expropiador a lo Nerón toca el arpa ante el desahuciado que se inmola. A la pareja de recién casados le viene como anillo al dedo el uniforme de presos encadenados, la suegra de él asume el papel de carcelera. Un banquero tímido se ha soltado la melena transformándose en drag queen y danza al son de la comparsa. La aspirante a actriz desentona con el hábito de monja, ha renovado sus votos confesándose de rodillas al productor, que le promete el ascenso a madre superiora. una vez conseguido el ascenso, denuncia al productor por obligarla a arrodillarse. El señor Párkinson desfila apuntando con su rifle de francotirador ruso. El público, alarmado, se echa cuerpo a tierra. Un alemán despistado cae abatido. Un viejo verde disfrazado de oncólogo le va palpando los senos a las señoritas que se cruza. Una revisión rutinaria, señorita, puede estar tranquila que la exploración mamográfica ha dado resultado satisfactorio. Al jefazo cabezón de una oenegé le viene algo ajustada la capucha de verdugo. Alguien del público le advierte que la sangre que gotea del hacha parece real, a lo que aquel le contesta que así debe ser para causar impacto. El adúltero disfrazado de Clark Kent se encuentra desesperado, ya que con la llegada de la telefonía móvil han desaparecido las cabinas de teléfono y no podrá volar más. Su heroísmo ha pasado a mejor vida. Con la criptonita hemos dado, amigo Clark. Don Carnal, que no es otro que el rey del país, con una botella de guisky en una mano y un cigarro de la risa en la otra, cierra la comitiva. Un sinfín de personajes en trance, a cual más peculiar, que han tenido que esperar un tiempo que se les venía haciendo eterno para poder quitarse las caretas y mostrarse tal como son, se desmadran dejándose llevar por una corriente de pasión y desenfreno.

Este año parece que el despliegue carnavalesco no tiene fin, se prolongará hasta navidad y tras dos meses de descanso para poder renovar el colorido vestuario, en febrero, cuando el espíritu navideño se haya disuelto por completo, vuelta a empezar. Y así sucesivamente por los siglos de los siglos. Amén.