Nos movemos a través
de esta extensa prisión,
sintiéndonos libres; mas ver
hacia el interior
nos deprime, al darnos cuenta,
cuando miramos al cielo,
de nuestra ignorante mente,
que alardea de lo bello
visto y oculta lo negro,
no sabiendo que en lo negro
hay otros ignotos entes.
Victoriosos alaban la luz;
ah, pero le corren al inmenso
negro que se posa sobre ellos
y que es más inmenso que el azul
ante el que presumen de día.
Pues presienten ese gigante,
aunque teman ser aplastados.
¿Temen acaso ser aplastados
o descubrir que son ignorantes?
Vemos a las estrellas tan pequeñas
desde aquí, ellas brillando desde allá,
y nosotros somos pequeños,
más pequeños; insignificantes. Esta
inmensidad nos rodea, y aunque rogar
intentemos, ardiendo en hogueras
nos fundiremos, y el cosmos piedad
no tendrá al ahogarnos en cada era.