Una madrugada se ve caminar por la calle principal del pueblo a una sombra que se alarga a medida que se acerca a su destino. Sus pasos suenan huecos como los cascos de los caballos.
Se acerca a un portón de madera y toca tres veces. La primera con un lápiz, la segunda con la cacha de un revólver. El ruido de los toques en la madera estremecían al silencio .
Se asoma por la mirilla un ojo. Esa noche alumbraron antorchas la calle principal. Las rezanderas cambiaron una vasija de arsénico por copas piadosas.