También tienes derecho a equivocarte
y hacerlo incluso adrede,
sin red
ni circunstancias atenuantes,
derecho a estar enfermo y a observar con qué gozo se suicidan
las garzas amarillas.
A veces es mejor poner muy alta la música
y no oír el teléfono,
quien te pueda llamar
seguro que ha leído esta mañana el periódico
y ante el triste cariz que están tomando las cosas te sugiere
una cena salvaje y un dignísimo
seguro de decesos.
No está ni mucho menos la vida para andar por la calle
entonando meaculpas o pidiendo perdón porque la muerte adelgaza,
el problema no está en la estupidez de las nubes
ni en la lubricidad de los geranios,
el problema es que a ti te han declarado barítono en la ducha y sólo puedes cantar
arias de Verdi,
tú no tienes la opción de responderte a una sola pregunta
que afecte a tu destino,
pero puedes errar, dejar que piensen
que te has vuelto malsanamente loco y al llegar a tu casa
quemar todas las fotos y sin mirar a nadie
morirte de un infarto.