Como agua que entre los dedos
difícilmente se atrapa
la vida se nos escapa
por múltiples agujeros.
La barca de nuestra vida,
surca el mar de la existencia
y, no importa la experiencia,
navegando a la deriva
termina, siendo un juguete
en manos del temporal,
y por designio fatal,
se acaba yendo al garete.
Pese a nuestras intenciones
de perdurar, vana empresa,
más pronto que tarde cesa
la vida, sin excepciones.
Lo inteligente es, por tanto,
aprovechar cada instante
de nuestra vida restante
y, pudiendo, disfrutarlo,
mirando siempre adelante,
no tanto el retrovisor,
-el pasado ya pasó-
sin descuidar el volante.
La vida viene de frente
y se debe estar atento,
alerta en todo momento,
que el futuro, de repente,
cual porvenir que era, viene
y se nos planta delante,
es presente un solo instante
y ya al siguiente se pierde
en la niebla del pasado
y así, inadvertidamente,
puede esfumarse el presente
sin haberlo disfrutado.
Solo se vive una vez;
conviene olvidar las penas
y, en cambio, las cosas buenas
disfrutar con avidez.
Cabe mencionar aquí
algunos buenos consejos
sabiduría de viejos,
que circulan por ahí.
Si, como decía un chulo,
la vida te da la espalda
pues le levantas la falda
y le pellizcas el culo.
Si te asoma un lagrimón,
tras un día muy aciago,
ya tienes sal para un trago,
ve por tequila y limón.
Ten a mano caramelos,
por si una pena te embarga,
te sabrá menos amarga,
las penas con pan son menos.
Para ser feliz, no ansíes
coleccionar muchos bienes,
disfruta con lo que tienes
y el gusto con que te ríes.
Salte alguna vez del marco
y, si es grande la atracción,
sucumbe a la tentación.
Si al ver, por ejemplo, un charco,
ya en tu mente saboreas,
meterte, como de peque,
no esperes a que se seque,
te metes y chapoteas.
© Xabier Abando, 25/01/2018