La ciudad era demasiado grande como para que el destino te pusiese frente a mí, pensaba mientras iba caminando lento. La lluvia de la mañana había dejado un par de charcos que pisé sin mayor interés; me absorbía la absurda idea de querer olvidarte como si fuese algo instantáneo. Rojo y me detuve, observé a la gente mientras secaba mi zapato por atrás de mi pantalón. Daba igual, en realidad no quería quedarme quieta y pensar en ti, pese a que te vi en todos ellos melancólicos. Todos éramos ese alguien a quien no queríamos volver a ver.