Revientan las costuras.
Se rompen las puntadas.
El tejido se agrieta.
Como el hielo a la piedra,
desmonta su estructura.
Resuenan a lo lejos,
sonoras carcajadas.
Se pierden las verdades,
en livianos consejos.
Las luces van mermando.
La llovizna es pesada.
El color de los tiempos,
a grises va tornando.
La claridad se aparta.
Acaricia la Luna.
De plata son sus rayos.
De nácar su mirada.
De sueños sus abrazos.
Observa silenciosa.
Madrastra plateada.
Plácidamente duerme,
meciéndose en la cuna.
Un temblor la sacude.
Y los rayos se turnan,
cuidando su figura.
De sueños se conforman,
las noches y los días.
Su fuerza va creciendo,
mirándola la Luna.
Nuevos goces emergen.
Hija la sombra es,
del Sol que los alumbra.
Nuevos gritos profundos,
como fieras cuchillas.
Las cenizas se encienden.
En el rescoldo habitan.
En brasas se convierten.
Luciérnagas que brillan.
Como el viento que abrasa,
cuando el Sol sacrifica.
Vuelven aquellas notas.
De la canción perdida.
El sabor agridulce,
del sudor homicida.
Una losa se rompe.
Mientras la Tierra grita.
La frente enfebrecida.
Que vuelvan los gorriones.
Que aniden golondrinas.
En los nuevos aleros,
que las vidas codician.
Su frenética danza,
anuncie la vendimia.
Vuelvan tiernas miradas.
Regresen las sonrisas.
A. L.
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