Tu mentira.
Que me amas... lo dices con resignación... como obligada...
como si no lo hubieras jurado ante la imagen de la Macarena.
Siempre dude de las promesas de álguien,
cuyos ojos brillaban hasta en la oscuridad,
esas eternidades suelen desaparecer después de unos besos,
como los que disfrutamos...
como los que nos brindamos generosamente,
como esos que dijiste, eran los mejores de tu vida.
Pero eso, a pesar de lo hermoso, sabía que sería todo para mí.
Que tu vida debía seguir, que no podría nunca,
saborear siquiera... las mieles de tu amor.
Por eso te bese con áncias,
si era el comienzo, que fuera el mejor
y si era un final, que fuera inolvidable.
Nunca te olvidé, pero tus labios perdieron mi sabor,
con el primer café después de tu partida.
Yo en cambio aún conservo y todavía húmedo,
el pañuelo con que limpie las lágrimas que bajaron por tus mejillas
cuando frente a ti, tome tus manos
y muy quedo al oido te dije: te amo.
Ves, lo recuerdo todo, yo si fui sincero, yo si estaba solo...
no simplemente enojado con alguien
y queriendo vengar una traición.
Por eso, mis besos...
únicamente mis besos... no necesitabas más.
Ron Alphonso
25 de septiembre de 2017