Se llamaba Pretergoris,
bestia infame creada sin amor,
un tormento de la gente,
el secreto de su creación.
Tierna y escalofríante,
ambiciosa y desinteresada,
conocía un poco de todo,
y en su beneficio lo utilizaba.
Su creador le reveló mil secretos,
los de cada persona en la ciudad,
y una compleja maldad oculta,
la llevo a muchos secretos revelar.
Llega el día temido,
por el Pretergoris \"maligno\"
la gente le encadenó,
a un poste en la plaza,
para condenarla por crímenes,
que la bestia habría cometido.
- \"¡Quemad al Pretergoris!\"
La gente clamaba en la plaza
- \"¡Pretergoris inocente!\"
La bestia respondía desesperada.
El viejo herrero decía:
- \"Monstruo desagradable
lo que tu has hecho
no tiene perdón de nadie\"
- \"¿Acaso soy yo el monstruo,
o es usted el que ha secuestrado
a todos esos niños extraviados?\"
El pueblo congelado,
observó al herrero,
nervioso y acorralado.
- \"Quemad al maldito monstruo,
gritó una señora desconsolada\"
- \"¿Acaso es esa la señora
que engaña a su esposo
pasando noches con otros?\"
El esposo miró a la señora
y se alejó desconcertado.
\"¡Bestia, este es tu final,
tus pensamientos malignos
ya no nos volverán a molestar!\"
gritaba un hombre desde lejos,
\"¿Acaso mi molestia es mayor
que la que causa tus robos
a toda esta gente alrededor?\"
En medio del bullicio,
un hombre tomó la antorcha
y encendió fuego la pira
la pira, cárcel de la bestia
que ahora ardía, con la rabia
de una multitud enfurecida.
En las manos del gobernador,
se hallaba aquella antorcha,
mientras sus labios relamía,
y con pavor su rostro ocultaba
del pobre Pretergoris,
que solo secretos revelaba.