En mis párpados descansan las mentiras que mis labios cuentan,
Cansados de mirar tras un antifaz que pretende vestir mi desnudez.
Enfrente de mi un espejo pero nada se refleja.
Como un vampiro, salgo en la oscuridad para ocultar mi presencia,
Las palabras se vuelven dardos y mi pecho es una frágil diana.
Sale la luz, y los rayos alumbran la oscura habitación, el dolor se desvanece
Y pronto queda descubierta la belleza desnuda, la danza de la nada,
La petaquita vacía y los temores desaparecidos por la inocencia de quien perdona.
No hay amenaza y el reflejo se multiplica, se convierte en todo
Y las mil caras se funden en una que se extiende sin limites por el dulce calor de la luz,
Abrazada a la magia de la verdad, cegadora pues se ve más allá de los sentidos, más allá de las miradas.