El día
se apaga lentamente.
La noche
aparece sigilosa.
Instante imperceptible
que débilmente afecta nuestro encuentro;
momento fugaz.
Es el eterno presente
que muere para abonar el para siempre,
nuestro amor.
Ese
que como chispa mágica
rompe la rutina,
alimenta la cotidianidad,
fortalece la incondicionalidad,
explora caricias nuevas
y adorna nuestra morada
con armonía y felicidad.