Hay quienes hablan, largo y ampulosamente,
mientras tejen sus ideas vaporosas.
Hay quienes lo hacen, concreta y firmemente,
porque sus ideas son claras y precisas.
Los primeros, son simples diletantes
que no dejan una huella en sus acciones,
menos en palabras, intención o pensamiento.
Los segundos, montañas donde chocan
las grandes olas, cambiantes y viajeras.
Oscuridad en unos y claridad en otros
para este bronco poeta sin renombre,
navegante de unos mares encendidos
sin frescas islas ni seguros puertos
donde narrar su peregrina historia.