Pablo R.

MALDITA SEA...

 

¡Maldito...! Maldito destino
que te puso en mi camino
a sabiendas que no podías ser mía
ni yo tampoco tuyo…
y sin embargo me tienes a tus pies.

Maldito el corazón herido,
que en un momento aciago
se enamoró de un imposible
se aferró a un inalcanzable
llenándose de falsas ilusiones
y esperanzas vanas,
aspirando a penas a recibir migajas
conformándose con nada
solo por el placebo de una sonrisa.

¡Maldita el alma! Mi alma…
que se aferró a la tuya,
como náufrago a la tabla,
como la planta en el desierto
que se aferra a la última gota de agua
que se escurre irremediablemente
entre las voraces arenas.

¡Maldita mi boca! ¡Maldita!
Sedienta de tus besos… de esa boca tuya
tan única… tan perfecta…
tan llena de ese néctar, de ese elíxir...
exótico elixir que me embriagaba de tal forma
que obnubilaba mis sentidos…
borrachos… adictos… malditos…

¡Maldito mi cuerpo, mi piel y mis manos!
Vacías… rotas de acariciar y abrazar la nada…
frías… muertas… sin ti...

¡Maldito yo…! Que tengo que olvidarte...
Y sin embargo te amo…
¡Maldita sea! ¡Como te amo!

-. Par