Tengo una rueda pálida que nace de tristes giros.
Hay un masculino silencio en cada giro
y una música siguiente que tiene treguas como
meses humillados.
No hay huéspedes, todos son furiosos familiares.
Hay adobos como ropas olvidadas.
Como peines sin usar.
Bendiciones que no fueron solicitadas
y rendidos sentires que tiemblan
en la pretina eterna de este funesto sueño.
Cabalgo entre nombres poderosos que juntan
el turbio mirar de este calcinado paso
que pretende llamarse camino.
Estudio mi adiós y no encuentro
los licores que me expliquen cómo ardera mi flor.
Esta borrachera de vida me ofrece
la resaca de la duda.
Me refugio en la pregunta quebradiza sin respuesta
y…
los inviernos caen.
Las iglesias cierran los campanarios…
y los cristales de mi vida respiran como novias tristes.
Hay huelgas de viento en los jueces que desnudan
las preguntas que tienen longitud sin profundidad.
Me iré a la pregunta de la condición humana.
Quizás allí encuentre la nutrida pregunta
de la inmensa respuesta.
Pero de momento espero en este anden
en donde dos recorridos me confunden.