Cuando oscurece y el perro entra
en la casa, con el hocico pegado al suelo
hacia tus pasos, ya es como la dicha.
Y tus palmas abiertas como una santa
y su rabo agitado de bienvenida...
Pero algo se rompe en estelares cifras
que rondan por los cuartos,
se apegan huérfanas ligaduras en atajos
antiguos ahora obstruidos.
Llegaste?
se callaron las avenidas y se hunden navíos
lejos de sus puertos
y las notas escuálidas retumban como gong
Estas ya por la casa?...
Friego mis ojos para deambular en otro sueño,
de tintineo de llaves lejanas.
De un portazo profundo que arde
en los quicios del alma.