alejandro fozar

XLIII. En Baliña 50

 

Cuando oscurece y el perro entra

en la casa, con el hocico pegado al suelo

hacia tus pasos, ya es como la dicha.

Y tus palmas abiertas como una santa

y su rabo agitado de bienvenida...

Pero algo se rompe en estelares cifras

que rondan por los cuartos,

se apegan huérfanas ligaduras en atajos

antiguos ahora obstruidos.

Llegaste?

se callaron las avenidas y se hunden navíos

lejos de sus puertos 

y las notas escuálidas retumban como gong

Estas ya por la casa?...

Friego mis ojos para deambular en otro sueño,

de tintineo de llaves lejanas.

De un portazo profundo que arde

en los quicios del alma.