He escuchado a las aves maldecir,
a la cigarra cantarle a los sueños
y a la primavera la miré sonreír
en su paso triunfal sobre el invierno.
Escuché al tiempo quejarse de la prisa
y a la prisa
la he mirado enfadarse con lo eterno.
Miré a una abeja morir sin su reina
postrada sobre una flor marchita.
Permanecí callado
cuando el silencio perdió la batalla
contra la primer tonada
que se atrevió a salir de mi aleteo.
Me hice amigo del gusano
que murió al perderse dentro de una manzana.
Y de una cucaracha a la que, por atrevida
miré patas arriba una mañana.
Sostuve un romance breve con una oruga,
mi amor y mi canto fueron poca cosa
tanto que un día, al descubrirse mariposa
altanera y presurosa emprendió su vuelo.
Ahora estoy aquí,
esperando que lleguen por mí las hormigas
y me lleven cargando en fila india
hasta el oscuro fondo de su agujero