El instantero afilaría su garra
agitando la oscuridad entre lunas rojas,
ciertas apariencias flotan como una fragancia,
la noche pudo haber sido su hacedora.
Llamo para rebrotar el incendio
en la carne ovalada y hollada
de cenizas descorazonadas,
una multitud de sueños,
muertos retorcidos por el fuego.
Fueron huesos sobre hojas amarillentas
escritas con su sangre,
una solitaria expedición de descubrimientos
ininterrumpidos de descensos y asunciones
que tendrían su estallido final
hasta el punto donde culminaría todo.
Algo queda aún encendido en las recordaciones,
su refulgencia, es la transfigurada presencia,
todo me existe para que exista.