No hubo mamarracho donde no se advitiera un indicio para colar tu nombre.
Hasta cuando tachaba me enojaba conmigo porque no te alcanzaba ni siquiera en las comas.
Una y otra vez empezaba tratando de delinear sentimientos,
inventando una fuerza
que represente exactamente el amor que te tengo.
En el calendario se caían los días sin obtener el verbo
y las horas volaban como ese parpadeo donde los ojos secan.
Nada hubo de claro que quedara limpito
para tallar estrofas
y encontraba adjetivos
viejos,
toscos,
gastados
y de andar remanido.
¿Como nombrarte amor?
si mi hoja tan blanca se vestía de viuda
con su alfombra tan negra;
¿y embellecer mi prosa?
si no pude en lo interno
contener una rosa
que desplace tus perlas.
Amontono las hojas
y termino el sendero
sin un fin ni un regreso
y mi tácita letra
que no sé dibujarla
te la doy en un beso