Admirables sus pies, de piel suave y tersa,
de lisura que evoca alabastro o jade,
de princesita oriental, de Scherezade,
de las mil y una noches de luna persa.
Primorosos se ven, hermosos, menudos,
de color tostado claro en el estío,
naturales o perlados de rocío,
por sandalias enmarcados o desnudos.
Su admirable pedestal son y orgullosos
deberán estar, pues llenan de armonía
y encanto el vaivén de sus pasos airosos.
Rendido al hechizo de esta maravilla,
que la octava de este mundo ser podría,
tentado me siento a inclinar la rodilla.
© Xabier Abando, 24/07/2017