Configuras la palabra crimen,
calumnia y cabeza de chorlito,
igual que la palabra cumbre,
la palabra cielo y la palabra canto.
Peregrinas historias te declaran
descendiente de la letra G,
que en otros tiempos denotó camello
bajo el sol de sedientas caravanas.
Representas fonemas paradójicos
en unión de vocales proxenetas,
que muestran sin pudor el dorso insólito
de tu forma redonda y jorobada.
Signo cien del numeral romano
y símbolo de grado Celsius,
creador de la escala termométrica;
símbolo igualmente del culombio
y del nada metálico carbono.
Defiendes cualidades y defectos
como aventando arroz
por los campos sonoros del idioma
en el danzante alfabeto castellano.
Porque te amo con pasión dialéctica
te canonizo irreverentemente
sobre el altar aterrador del tiempo,
aunque sé que intentarlo es convertir
un vivo pecador en santo muerto.