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No fue en París. ( Micro relato)

 

 

No fue en París, cubierto de bruma, no, ni en Venecia al suave murmullo del gondolero, fue aquí en este lugar  desprovisto de romanticismo, en una calle atestada de apurados oficinistas, que empujados por la prisa de la nada  navegan sin timón en las aguas turbulentas de la vida.

                   La noche  presentaba sus primeras estrellas, y el semáforo jugaba con su impaciencia negándole el paso hacia el colectivo que asomaba en la parada, alguien en el apuro de una luz amarilla, hizo rodar su carpeta sobre el pavimento y en la desesperación de aferrárla cayó bajo el auto que él conducía.

                   La sala del hospital se le antojo extraña, bajo el efecto de los calmantes y más aún la figura que sostenía tiernamente su mano, que retiro de las suyas prontamente.

                   Se llamaba Carlos Echeparri del Pino, y la visión de su primera sonrisa fue la luz que brillo en su corazón por mucho tiempo, dejando luego  una huella de dolor, que poco a poco, ahoga, con sus lágrimas.

                   No se apartó de ella aquella noche y fue él, quien al otro día, la llevo hasta  el departamento donde  convivía con la soledad, compañera, de tantas muchachas provincianas, que empujadas por sus sueños enfrentan la amargura del destierro.

                   Unas flores y la necesidad de una compañía, hicieron el resto.

                     El amor siempre esquivo en  su alcoba, se asomó tímidamente y ella le brindo el cauce puro de su arroyo, para que sus inquietas  aguas recorran las distancias con destellos de platas sobre las olas, dejando a sus orillas cubrirse de orquídeas y jazmines.

                   Concibió su vientre, después de un año de habitar el paraíso donde la felicidad germinaba por doquier y se reflejaba en su rostro, por amor, una nueva aurora donde el sol acariciaba sus esperanzas y la brisa rodeaba de aromas primaverales las dulces  sensaciones que afloraban a cada instante, mientras él...  se volvió una sombra en el ocaso.