El miedo a la locura me arrastra a cometer otro delito cuando me asomo al paisaje y arde como si yo
fuera el culpable.
Yo sentí el amor que ama y que destruye, y creí que del espejo no regresaría.
La lluvia me despoja en mitad de un camino que no entiendo,
pero el hueso queda exhumando la necesidad del amor.
Todo mi tren es un largo viaje como un juguete secreto:
esa otra zona, ese otro ritmo que impone lo surcado en la espesura
marca la distancia que yo habito.
Las letanías de la muerte no son la muerte misma, pero traen montañas
destruyéndose, faros ajenos a pique,
la iniciación glacial de un calendario.
La imposibilidad crece cuando el tumulto nos reclama, y el minotauro de la locura
comienza a arder en la cabeza del ser más inocente.
Guillermo0
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