Doblados los gajos,
en la tarde oscura,
parece que sufre
y se inclina el durazno
con sus flores blancas.
Y en silencio gimen,
en tarde con lluvias,
los gajos curvados
en tanto se empapa
su mantilla blanca.
Y en su agobio alaba,
inclinado al barro
con sus gajos curvos,
que lo doble el agua
en sus flores blancas.
De mi libro “De cumbres y de abismos”. 2007 ISBN 978-987-9415-23-8