Entraste por la puerta del hebreo,
nutrido a la vez de otros idiomas
afincados en el alto Sinaí.
Tu historia, curiosa como tantas,
navega libre sobre etimologías
tan antiguas como la semítica,
la egipcia, la etrusca y la fenicia.
Antes de habitar entre nosotros
fuiste amante de griegos y latinos,
como todas las otras compañeras
nutridoras de románicos dialectos
en el álgido y lingüístico camino.
Hoy juegas a los dados y trampeas
con la elegancia de una dama noble,
que no pierde ocasión sobre la mesa
para esquilmar sus inocentes víctimas.
Los dos pequeños cubos de marfil
con decenas de puntos como pecas,
son tu placer cuando sus lados caen
por la cara que menos nos conviene.
Así vas por el mundo, decidida
a imponer tu castigo a los ingenuos,
que sueñan con fortunas fabulosas,
solamente por lanzar los dados.