Tus ojos ya cansados observan indómitos el transcurrir de la vida que marcó surcos en tu rostro;
tus manos suaves y temblorosas son refugio para 23 nietos cuyo amor ha coloreado tus cabellos de plata.
Besos bailan en tu frente buscando ser fuego para tu pecho,
mientras una voz bajita y serena cuenta la historia de tu infinita ternura y tu escasa paciencia.
¡Cuánto te admiro, mi vieja!
Ese corazón de guerrera siempre listo para enfrentar las más grandes batallas y salir triunfadora;
esos pasos débiles que soportan con firmeza la estabilidad de toda una familia;
esas, tus palabras, tan resignadas, tan bondadosas, tan valiosas, tan eternas.
¡Cuánto te amo mi vieja!
A tus brazos siempre prestos, a tu humildad vigorosamente ardiente,
a tus frases preocupadas, a tu sonrisa ya endeble,
a tu enseñanza perennemente viva, a tu esperanza inquebrantable,
a tu mirada pasiva, a tu bendición infinita,
a ti, a ti como a nadie.