Yo no quería,
mi corazón me obligó
a recordarte cada noche
en un lío de sábanas revueltas
junto a una piel desconocida.
Me suplico
que te buscará
en otros labios
que sabían a una melodía triste.
Se empeñó
a que mis ojos
cerraran cada noche.
A que mis pesadillas
fuesen despiertas.
A buscar
tus caricias en otras manos.
Pero ¿Qué iba hacer, si tú ya no estabas?
¿Cómo decirle que ya no latiría más a tu lado? ¿Qué tú ya no existías
y que estaba condenado
a buscar en otro cuerpo
el calor que un día
el tuyo nos daba?
Se negaba a reconocerlo,
es por eso, que cada noche se perdía
en algún bar de mala reputación
en busca de la próxima piel en la que encontraría la muerte.