Santiago Miranda

Pero ninguna de sus mentiras era cierta

 

Claro, el poema era un engaño superior
Al hablarnos de infinitos cielos color de nubes
Donde pastaban los sueños y los mejores de los nuestros
Muertos por doquier, y al medio en tierra de nadie
Se erizaban las concretas torres lanceoladas
Malintencionadas por poder y luego por querer
Rajarle el paño al subsuelo del cielo elevado y dejar caer
Alguna bella divinidad viviente que diera cuenta de lo real
De su caída en el pecado, de la simpleza del existir allí.
Y más abajo de esa corteza hubo un fuego palpitando
Corazón de estrella, como un feto el astro
Pegaba una que otra patada al manto; temblor usual
Y el delirio acompañado, de quien no cree que sea
Real un ángel por nacer en cada lucero opaco
Y que celeste el cielo sea y la tierra teñida de café
Más aurífero el divino ojo dejando su marca al contacto, amarilla
Que sea lo que ustedes -pequeños ángeles de abajo- digan
pero su nombre original jamás sea pronunciado