Delicados versos destilaban de sus labios.
Me deleitaba con cada palabra, cada verso.
Su voz tenía el poder de erizar mi piel,
de alimentar mi imaginación y sueños,
de suspirar profundo y volar lejano.
Sus ojos claros, al mirarme, me acariciaban.
Tenían el poder de desnudarme lento,
de encender la pasión y la lujuria,
mientras mis mejillas ardían como fuego
y mi bajo vientre se despertaba inquieto.
Sus manos, palomas en vuelo, me hipnotizaban.
Sabían escrutar cada secreto de mi cuerpo,
conocían a la perfección cada punto sensible,
me hacían explotar de placer con su solo tacto.
Cálidas, húmedas, expertas en el arte de amar.
Su sola presencia era capaz de alzarme en vuelo,
Surcar el más alto, peligroso y fantástico cielo.
Haciéndome descender en su maravilloso suelo.