No sabía que estuvieras llevándome
en tus recuerdos,
ni que era de los mejores.
No imaginé que habías enfilado paciente
-desde la última vez que nos miramos-
tu palabra a mi nombre
y tu mirada, tu anhelo y tu espera
a mi ausencia.
Yo también te recordé con fruición
nostalgia y esperanza,
con mis ojos en el recuerdo de los tuyos
calmos, hondos, tristes;
y tus labios levemente sonreídos
lejanamente dulces, lejanamente tristes
en ese rostro fino cargado ¿de angustias?
¿soledades?, pero inefable, imborrable;
y tu pelo al viento…, así te ví
la última vez
poeta en germinación,
poeta de áurea y blanca pluma.
Poeta.
Y así se fueron los años, tantos,
yo, en tu recuerdo,
tú, en mi búsqueda.
Yo con mis versos, los tuyos
como tu cuerpo, en otros mares;
sintiendo que recordar el color
de tu piel, me sobrecogía
o el son de alguna vieja canción.
Habías izado el velamen
de tus barcos
y arrinconarías las jarcias de mis naves
cuando el tiempo nos empujó
por distintas costas,
y habías sido un faro
y habías sido un puerto
donde sin convocatoria convergimos
yo, sin saber nada de ti,
tú, con tu encuentro.
Bolívar Delgado Arce