Eres aire
leve, fluido
y hondamente te respiro
dentro,
te detienes un momento
y me das vida,
alimentando este fuego
que enciende mi sentimiento,
cauteriza mis heridas,
y en el que arden mis deseos,
el que inflama mis anhelos
y a cuya luz puedo verte;
luego...
aunque intento retenerte
para guardarte conmigo,
no puedo,
nunca jamás lo consigo,
enseguida,
en mutis inadvertido,
de la escena de mi vida
te evades en un suspiro,
que es aire, Bécquer lo dijo,
como el viento,
y en ese mismo momento,
en que sin verte te miro,
y tan dichoso me siento,
tocando el cielo contigo,
¡mala suerte!
paso a sufrir el castigo,
de ver que no puedo verte
y ya sin ti, en un instante
te lo juro,
se apodera de mi mente
un malestar inquietante,
un pesar denso y oscuro,
y me pregunto, inseguro,
si acaso será esta vez
la última que te veo,
o podré volverte a ver
y con la inquietud me quedo,
sumido en el desencanto,
de dudas amargas lleno;
y es tanto,
lo que te añoro y de menos
te echo -no sabes cuánto-,
que hasta el aire que preciso
para vivir se me escapa,
tontamente, en un suspiro;
vuelve, amor, que me haces falta,
como el aire que respiro.
© Xabier Abando 29/03/2017