Déjame entrar
al abisal vacío
del que te avergüenzas.
Podría ser
criminal testigo
de tu voz secreta,
Un aliado leal
de sensible oído
para tus vendetas
Si me lo permites:
tus dedos de armiño
a mis labios sellan.
Déjame mirar
desde el infinito
tu piel más estrecha.
Permíteme ser
secuaz, de ti adicto,
tu ambigua consciencia.