Como quiérase que los días
se suceden con las horas...
en un vertiginoso y audaz secreto
depurado por su espera,
de tu labio herido y seco
a veces se diluye tácito
el invierno desasosegado...
por la estrella diamantina
del recuerdo,
Oh amada mía...
dónde quedó tu aliento,
en la voz desencadenada
de su herida...
quizá quebrada y seca,
en los altozanos apenas descuidados
por su espíritu...
allá donde las barrancas de mis días
a veces se desgastan tenues
de sus mirtos blancos,
entre ausencias declaradas
de cruel antipatía...
entre paraísos inconexos
y desbocados por su ira,
en la gracia...
desaconsejada
de su beso.