Quizá es que yo nací sin esperarte,
tal vez tardaste tú una enormidad,
el caso es que medió una eternidad,
que yo hube de vivir sin encontrarte.
Finalmente te hallé y, casualidad,
entonces fue cuando empecé a quererte,
antes no pudo ser, no antes de verte.
No he de pensar, sería vanidad
que, de haber coincidido antes contigo,
habríamos podido, en este instante,
ser mucho más, quizá, que solo amigos.
Tú no eras para mí, ¡qué ingrata suerte!,
son cosas del azar, pero, no obstante,
yo puedo ser feliz solo con verte.
© Xabier Abando, 21/02/2018