Un día,
yacía él,
entre su cascada
de recuerdos de plata.
Yo lo saludé,
él apenas me miraba,
pues sentía un gran dolor
en el alma.
El sol,
siempre iluminaba,
pero su rostro
poco a poco marchaba.
En Agosto,
yo ignoraba
que la muerte
a su lado cantaba.
Lo saludaba
sin saber bien
del futuro
que aguardaba.
En Septiembre -un día seis-
la sonrisa se le apagaba,
el cielo azul contaminaba
y la angustia pasaba.
Y las pequeñas sonrisas
que me quedaban
se las lancé a una tumba -que bien muerta se alzaba-
en la madrugada.
La hipocresía
vestía de ignorancia,
las lágrimas vacías
y el mal respiro en la estancia.
Los recuerdos,
quedaron más vivos,
y el alma del alma
tranquila se hubo ido.
De poder respirar
la paz de estío.
Mas los presentes
rezaban en su sitio.
(Por si dios lo trajera vivo)
Y como unos versos que Lorca escribió, recordaba:
\"Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.\"
-AMS-
(Poema sencillo de cómo percibí la muerte de mi abuelo) (Punto de vista desde una adolescente de 16 años)