Una paloma blanca
se posó en el alféizar de mi ventana,
jamás pude contemplar de tan cerca
su bella estampa de porcelana.
A través de los cristales
me miraban penetrantes
sus ojitos de diamantes.
curiosos y parpadeantes.
Con emoción contenida
comencé a escribir mi poesía,
y mientras mi pluma la describía
escrutadóramente permanecía.
De pronto llegó una segunda gris plata
y con su aleteo borró mi inspiración,
quedándome confundida y atónita
por tan singular aparición.
Comenzaron un cortejo espectacular:
se arrullaban y sus picos se juntaban,
una de otra gorgoreando se alejaban
para de nuevo volverse a encontrar.
Contemplando tan tierna escena
mi pensamiento echó a volar
recordando aquella luna,
otros tiempos y lugar.
Junto al amor de mis amores
bajo el palio crepuscular,
cual dos amantes pichones
con su frenético zurear.
Ajenas a mis pensamientos
raudas remontaron el vuelo,
yo quedé a solas con mis versos
mientras ellas se perdían en el cielo.
Fina