¡FUEGO ARDIENTE EN MI BOCA!
Se me han ensanchado de nuevo
estas ganas de vivir
y voy a devorarme el mundo
igual que brioso alazán.
Tengo prendida a mi grupa
la más guapa de las musas,
que lleva alforjas cargadas
con mies y luz abundante,
de letras finas que al darme
son fuego ardiente en mi boca,
convirtiéndose en palabras
que luego brotan cual llamas,
sonoras y muy graciosas,
y crepitan en la pluma:
¡Armando una sinfonía!
donde todos los colores
muy puntuales se dan cita
creando un arco sonoro
con las notas inefables
del pentagrama que vibra.
Juntos hemos recorrido,
en feraz itinerario,
aquellos bellos lugares
por donde también pasaron:
¡Dioses y héroes solitarios!
En la Cuenca Mediterránea
nos quedamos extasiados,
un atardecer glorioso
en las alturas de Capri:
¡Teniendo en frente a Pompeya!
con su vecina Herculano,
custodiadas por el Vesubio
después del furioso baño,
que el año setenta y nueve,
con hirvientes materiales,
en las entrañas cocidos:
¡Les hizo correr a mares!
dejándoles sepultadas,
bajo la ira anunciada:
¡Por tanta dilapidación!
De la moral necesaria
y licencia exacerbada.
No quieras abandonarme,
que sin fuerzas quedaría,
y mientras vayas conmigo:
¡Los dioses nos son propicios!
El periplo agotaremos
hasta las mismas antípodas,
sin temerle a felonías:
¡Porque juntos venceremos!
JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALES
Condorandino