Bajo el sol abrasador
una mañana de febrero
el río extendió su atardecer
Salpicó empinadas calles
sombreadas procuras
lecho cadencioso de curiaras vacías
surcaba abruptas cosmogonías del tiempo
impuso alargadas espesuras
crepitar de melodías
transcendentes
como lágrimas
cantatas de selva virgen
advertencias milenarias
agotados peces de sol
hasta que la noche
tragó el último vestigio de luz
Aquel acontecer
marchó sin rumbo
otra pena que se llevó la tristeza al confín de los pensamientos