Jose Adolfo

Orinoco

Bajo el sol abrasador

una mañana de febrero

el río extendió su atardecer

 

Salpicó empinadas calles

sombreadas procuras

lecho cadencioso de curiaras vacías

surcaba abruptas cosmogonías del tiempo

impuso alargadas espesuras

crepitar de melodías

transcendentes

como lágrimas

cantatas de selva virgen

advertencias milenarias

agotados peces de sol

hasta que la noche

tragó el último vestigio de luz

 

Aquel acontecer

marchó sin rumbo

otra pena que se llevó la tristeza al confín de los pensamientos