Me desangro como un iceberg en llamas
perdido en un océano siniestro,
vagando soledades compartidas,
sintiendo el estertor de tus silencios.
Asomo la cabeza entre las aguas
pero las olas me escupen tus recuerdos,
el frio de tu voz me hiela el alma
y al filo de tus ojos me estremezco.
La noche pegajosa y pestilente
me envuelve, me acaricia me succiona,
se inyecta por mis poros como un filtro
que corroe mi ser y me emponzoña.
Y cada vez me siento más pequeño,
juguete de los vientos y las olas,
añorando la luz de tus estrellas
y el brillo deslumbrante de tu aurora.
Siento la sal amarga de tus aguas
anegarme los ojos y la boca
y el viento huracanado de tus miedos
arrastrarme por aguas tenebrosas.
Y ya no tengo fuerzas ni deseo
para seguir flotando a tu deriva
y me prendo en lágrimas de fuego
suplicando la paz de tus caricias.