Descendía despacio la noche.
Poco a poco las estrellas se podían apreciar a lo lejos.
Dejé que mi mirada se perdiera en aquel horizonte que iba cambiando de colores. El naranja intenso de la tarde lo fue sustituyendo el gris plata nocturno. El sol se despedía de una jornada más. Un día menos en mi existencia.
Encendí una luz tenue, que no agrediera la atmósfera que deseaba crear, mientras una suave melodía fluctuaba y acariciaba todo cuando encontraba a su paso.
Me recosté en el sofá mientras sostenía una copa de vino en mi mano derecha. Abrigado, pues hacía algo de frío, me dejé llevar.
Aquellas notas mágicas me transportaron lejos. Me zambullí en el mar profundo de mis recuerdos, mientras los bañaba con un sorbo de tinto.
Lía, mi fiel compañera canina, saltó a mi regazo. Se acurrucó y se quedó quieta, muy quieta. Quería respetar aquel momento tan íntimo, tan mío, haciéndome compañía con su silencio elocuente. La acaricié suave y sentí como se relajaba quedándose dormida.
Otro sorbo, un suspiro. Adoré aquel néctar púrpura que quemaba dulcemente mis entrañas. Cerré mis ojos para apreciar más los sonidos que me rodeaban. Un triste bandoneón acompañaba con su compás melancólico aquel instante. No pude retener un lágrima que se desbordó de mis ojos, atravesando respetuosamente mi rostro, llegando a mi barba y lanzándose al vacío. Detrás de ella vinieron otras tantas más.
Una mezcla de sentimientos me invadió y no opuse resistencia; quise que se apoderaran de mí, de mi cuerpo cansado, de mis anhelos y sentires profundos. Depuse la frágil copa en mesa cercana. Mis manos reposaron en mi pecho. Pude sentir el palpitar de mi corazón amante.
Volé lejano a mundos desconocidos. Fui viento, fui nube, lluvia y lamento. Solaz ternura de un tormento, que se pierde en el tiempo. Agua refrescante que riega el suelo, caricia que consuela todo duelo, gaviota solitaria en alto vuelo. Noche profunda que envuelves el alma, dádole solaz calma. Bendíjome noble sueño, arrastrando mi ser inerme a parajes prohibidos. Fui viento, fui nube, tormenta, lluvia y lamento…luz tenue que se apaga, incienso puro que se desvanece en el templo.