¿Muda tú que vociferas ¡Hola!
con tus grandes pulmones y amplio pecho?...
Quizás un poco silenciosa, sí.
No importan las torturas que suframos
por tu ausencia si gritamos ¡Ay!;
eres guapa, esquiva y legendaria
cuando posas para fotografías.
A veces complicas más las cosas
con tu prima F, que presta su fonema
si pretendemos desfacer entuertos
en las batallas de las caballerías.
Extrañamos tus actos quijotescos
de condición ambigua y laxa,
y según el país donde te encuentres,
no sabemos qué puede ser mejor,
si aspirarte volviéndote una J,
o halar de tu mudez con valentía.
¿Qué nos dices de tu caja ósea
al romper muchas veces nuestros huesos?,
¿de tu forma nada oval que tiene huevo?,
¿de tu orfandad, aun no siendo huérfana?,
¿de tu gran oquedad que forma huecos?
Con tanta incongruencia no comprendo
ni siquiera tus bailes con la C.
Sé que vienes de lejos, de muy lejos,
desde el hebreo con grafía heth
cuando quieres mostrarnos lo cerrados
que se hallan los misterios de la cábala.
Abrazas tu cintura con un cordón de acero
al enfrentar tus violentos enemigos,
y nunca osas deshacerte en llanto,
como suelen hacerlo los poetas.
Recibe entonces mi modesto canto;
que vivas muchos y exitosos años
apoyando estos versos deleznables
que no lograron realizar mi sueño.