Eran las noches ya,
un frío nicho oscuro,
penumbra en que habitaba
un ser ya vuelto sombra.
Noches de insomnio dónde,
sobre la infértil cama,
llorando, pide a gritos
ayuda a su desgracia.
Para volver a ser
quien fuera, quien soñara,
pues su vida se escapa,
se escapa como el agua,
el agua entre los dedos...
¡El agua, el agua, el agua!
Mas ahora, aunque noches
parecidas la alcanzan,
una voz dulce, cálida,
le susurra, le llama, creando
una mullida y tibia sarga
cual sudario que teje
una piadosa araña,
cuando justo caía,
sin fe y sin esperanza,
al abismo, ¡a la nada!
Y ahora por las noches,
en el insomnio, danza
y silenciosa escruta, vigila,
y atalaya atenta su ventana.
Por los hilos que trepan por su balcón,
y buscan hacerse
con su alma frágil, y consternada.
Piadosa telaraña,
donde ha de caer exhausta,
ajena a todo daño
y de toda amenaza.
Pues suele ser más fuerte
el misericorde hilo
que la soga que asfixia,
la de un sayón de cepa infausta.
¿Quién, dime ahora insecto
es débil?..., ¡Dime, habla!
O traga con tu culpa, palabra tras palabra.
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Pilar González Navarro.
Febrero 2018.