Hermano, que has sabido de dolores.
Una espada dejó tu alma en duelo
y en un dolor eterno, sin consuelo
se desbordó tu ser con sinsabores.
Mas supiste volar y alzaste vuelo
descansando el dolor en tus amores,
tu vida se atavió otra vez de flores
y renació la esencia de tu anhelo.
Curtido en el dolor yo no me asombro
de que tendieras hacia mí tu mano
en sentida caricia sobre mi hombro.
Y pude yo sentirte tan cercano
en tu apoyo a salir de mis escombros,
que me nace decir: ¡te quiero, hermano!
A mi hermano Gustavo José.
De mi libro “De cumbres y de abismos”. 2007 ISBN 978-987-9415-23-8