Ciego.
Quiebras tu cayado sobre tiernas espaldas.
Ciego.
Bajas el telón de una función que no acaba.
Ciego.
Te niegas a mirar bajo tus sábanas.
Ciego.
No sabes que tras la tempestad viene la calma.
Ciego.
No ves bajo el fragor que por dentro te araña.
Ciego.
Si miraras,
verías que el sol sigue dando mañanas.