En un lejano pueblo
rodeado por altas montañas
vivía un niño que por las noches
le hablaba a la luna:
“Linda, bella y brillante luna de plata
no hay nada ni nadie
más hermosa que tú”.
Ella, la luna,
arriba en lo alto al escucharlo
iluminó aún más la fría y oscura noche
y su voz al viento encargó
que al niño alegre dejó
un día llegarás a mí.
En noche que se embelesa
al verla alta y fuerte brillar
una promesa le hizo:
siempre estaré aquí, luna
para verte llegar, admirarte y decirte:
“Linda, bella y brillante luna de plata
no hay nada ni nadie
más hermosa que tú”.
Luna,
al escuchar su promesa
sembró en él un sentimiento de amor
que solo brotaría en su pueblo
cuando encuentre a una niña como él.
En hora que la noche asoma
ella, la luna,
unió sus caminos, …perdurará.
Ambos, con un beso,
hicieron brotar el sentimiento
de amor que luna sembró
pero tomaron rumbos distintos.
Aún en noches sin luna
mirando hacia el firmamento
el niño le hablaba:
“Linda, bella y brillante luna de plata
no hay nada ni nadie
más hermosa que tú”.
Ella, la luna, vestida de noche
se preguntaba:
hasta cuándo cumplirá su promesa.
Una mañana el niño del pueblo partió
rompiendo así la promesa que hizo.
Y luna muy triste y apenada quedó,
pero de amor, bondad
y propia naturaleza
continuó iluminando el camino
más aún, el que lo traería de regreso.
Al cabo de un tiempo
el niño volvió
y en noche de luna
a la niña encontró
y entre ambos
escucharon sus voces decir:
volverte a ver es sentir
que he llegado a casa
volverte a ver es sentir
que siempre estuvimos juntos.
Día y noche
el niño se preguntaba
qué misterio hay entorno a la niña
si el primer encuentro con ella
fue repentino y fugaz
y de ello, hace muchos años atrás.
Invadiendo en él
un extraño sentimiento de gozo y dolor.
Pasaron los días
y de su mente llegó
una idea con voz
el triángulo está en ti.
Comprendiendo que él,
la luna y la niña
formaban parte de un misterio
de vida y amor, y una promesa
que ambos han de cumplir.
Desde entonces,
en noches de luna
perfumada de rosas
una flor, una vela
y un niño en regazo
suena, cual coro, aquellas palabras:
“Linda, bella y brillante luna de plata
no hay nada ni nadie
más hermosa que tú”.