Frente a tus profundos ojos entrecerrados
entiendo mi mirada cautiva a tu rostro.
Y tus brazos arrullando mi débil cuerpo
susurran a mi pecho tus ruidos rotundos.
Con mis palmas acaricio tu piel tersa,
sintiendo cuán vulnerable te encuentras así.
Temo siempre llegar al amanecer
y entender cada cauce de tu trajín.
Y siempre pienso al mirarte dormida
en el denso dolor que se materializa en mí.
Y recuerdo siempre que esperaste un romero;
no, tú nunca fuiste de realidades... sino de sueños.