Bolívar Delgado Arce

DE OTRA VEZ AMARILIS

El tiempo ha pasado y vuelves a mi memoria.

 

Tu auto trepando hacia la sierra, la Cream-Rica

¿recuerdas?, volteando a la derecha, todos

esos moteles.

 

Entonces éramos nosotros; no tú, no yo. Me quiérote,

     te gózame, me amándonos, decíamos.

 

A quién llevas ahora? Contigo entre las piernas

     ¿quién pega de alaridos y triza los espejos

      donde nos repetíamos bestiales y dulcísimos?

 

Qué otro vientre recibe tu miel mía, peruano? Di

     qué frívola puta, qué sórdida hipócrita limeña,

     qué casada cuidadosa del cornudo.

 

Hijo de perra, ¿lo haces? Pero allí no, nunca, con

     nadie vuelvas a la habitación 35. Que se te

     muera para siempre, que se te pudra si regresas.

 

Una vez dije allí no ¿recuerdas?, dije después

     donde quieras, Tú me observabas igual que un

     entomólogo, eras un médico lascivo examinando

     una muchacha muerta de amor: no hables, eres

     una muñeca, un cuerpo sin voluntad, y me

     tocabas probándome y fui un durazno de esos

     que se abren con la mano.

 

Un durazno, dijiste a mis espaldas, a la luz de la

     tarde, separando con suavidad mis carnes,

     descubriendo lo que ni yo conozco, mi zona

     más oscura, la que guarda esa caricia atroz,

     obscena y tuya que no olvido.

 

Júralo: no has de volver a esa cama con nadie. Me

     has negado tu cuerpo, el que gustaba mirar

     impúdico y erecto viniendo a mí, el tuyo que

     era el mío. Concédeme esto entonces: anda a

     otro sitio a hacer tus porquerías.

 

O vuelve a la habitación 35. El tiempo ha pasado,

     ya no hay sino recuerdos y Amarilis qué puede

     sino juntar palabras. Ahora somos tú y yo, no

     existe más nosotros. Uno y uno, dos solos: yo

     y esa mierda que tú soy y yo añoras, desgraciado.

 

                                                           Márgara Sáenz