Alberto Escobar

Caducidad

 

 

 

 

 

El monaguillo esperó a que salieran todos los feligreses.

Una vez que la penumbra y el silencio reinaran sobre el altar
mayor de la parroquia, cuchillo en mano, se dirigió con saña
al crucificado que lo presidía, que parecía mirarle con estupor.
Emprendió la venganza serrando el madero en el area que
dejaban libre las sangrientas pantorrillas, hasta acabar con el
susodicho estampado contra el suelo bajo un estruendo que
enervó a toda la sacristía, en ese instante solo ocupada por
el párroco.

¿Que ha pasado ángel de Dios? exclamó éste enardecido.

Repuso el primero:

Pues que ya no es necesario, no nos escucha.