¡Señor! mi puerta te dejé cerrada
los cerrojos eché con mil candados,
no quería saber de tus cuidados
ni quise oír la voz de tu llamada.
Yo te puse de espino una alambrada
me oculté tras de muros levantados,
y olvidé tus favores abnegados
tu palabra y la luz de tu mirada.
Mi corazón tan frío como el hielo
me prendías.Trocando mis espinas
por rosas y mi infierno por el Cielo.
Y perdido me alzaste de mis ruinas:
¡oh! ¡milagro de Amor y de desvelo,
tocándome tus Manos tan Divinas!