Lo elevado y extendido por sí mismo,
de acuerdo con las bases de la cábala,
lo representas tú, mujer hermosa,
símbolo del brazo en los humanos
y del ala en el cuerpo de las aves.
Solitaria y gemela al mismo tiempo,
ostentas tu sonrisa ligera y liberal
cuando juegas con la M, tu vecina,
que regula tu paso y nombra el mar,
mientras luce a tu espalda, como reina,
la legendaria y misteriosa K.
Eres llama al duplicar tu cuerpo
y lluvia inclemente en las llanuras,
lágrima rodada, salobre e incesante,
por la mejilla de los desheredados
mientras huyen de verdugos carniceros.
Reúsas ser la criada de uniforme
en los rudos espacios donde medran
gorilatos y poderes metafísicos,
aunque escriban con impúdica malicia
libertinos vocablos con tu signo.
Engalanas el idioma laureada
por plebeyos, por nobles y por todos
los que admiran tu música vibrante,
alveolar, fricativa y lateral,
lo mismo que el símbolo del litro
y la cifra romana de 50.
Es mi canto por hoy, pues ya te dejo
con tu valor numérico de 30
según afirman los sabios de la cábala,
o aquel otro que marcan los islámicos
cuando aseguran que eres 129
en los grandes laberintos de su fe.
Adiós mi bien amada, no me olvides,
nos veremos en la última partida
como buenos artistas del lenguaje:
Tú lidiando leguleyos y ladrones,
yo en la liza de mi eterno caminar.