Se sublima
la espada en sus zafiros,
y aun de fuego...
se engalana en sus cristales,
claveles desbocados
de agua pura...
en el arco desamortizado
de la tarde,
y en la boca...
desaconsejada
de un te quiero,
mi alma
se anuda...
herida y descuidada,
de amor y llanto.